Fue uno de los fundadores del grupo FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) junto a Homero Manzi y Raúl Scalabrini Ortiz, entre otros, desde el que cuestionó al radicalismo de Alvear y denunció la política del gobierno de Agustín P. Justo alineada a los intereses británicos sosteniendo una línea nacionalista democrática y popular. Tras el 17 de octubre de 1945 adhirió al gobierno de Perón, manteniendo su autonomía de criterios, siendo nombrado al frente del Banco Provincia por el gobernador Mercante, cargo al que renunció en 1951. Tras el golpe del 55 desplegó una formidable labor como polemista desde el periodismo de combate: fundó órganos como El 45 y colaboró en revistas de la resistencia como Azul y Blanco. En 1956 publicó su libro El Plan Prebisch: retorno al coloniaje, en el que criticaba las medidas del gobierno, por lo que tuvo que exiliarse en Montevideo. Desde allí desplegó en su libro Los profetas del odio (1957), la crítica a los medios intelectuales que fustigaban al peronismo, visión que extendería a Prosa de hacha y tiza (1960), El medio pelo en la sociedad argentina (1966) y Manual de zonceras argentinas (1968). También se prodigó en textos de polémica histórica, a la que concibe como herramienta de discusión política, como Ejército y Política (1958), Política nacional y revisionismo histórico (1959) y Forja y la Década Infame (1962). Dueño de un estilo ágil, plagado de dichos camperos y giros irónicos, su pluma forjó un lenguaje popular que habita los estilos polémicos de la nación. Palabras como vendepatria, cipayos, medio pelo, quedaron como conceptos eficaces para develar situaciones que amparan la pérdida de soberanía. Junto a
Scalabrini Ortiz adhirió al frondicismo desde la revista Qué, del cual no tardó en distanciarse. En el último gobierno de Perón fue designado a frente de EUDEBA, cargo al que renunció poco antes de fallecer.